Un hogar en el que las niñas y niños vean satisfechas sus necesidades básicas de alimentación, vestido, higiene y sueño, pero también de reconocimiento y afecto.
El acogimiento familiar es una medida que busca ofrecer a niñas, niños y adolescentes un entorno en el que puedan crecer cuidadas y protegidas. Un hogar donde encuentren seguridad, escucha y afecto, y en el que se sientan parte de una red que las sostiene día a día.
Este hogar tiene que tener como pilares fundamentales tanto el cuidado responsable y como el cuidado afectivo. Ambos son igual de importantes y se complementan para darles lo que más necesitan: un entorno donde estén y se sientan seguras.
El cuidado responsable implica, por un lado, cubrir sus necesidades biológicas (alimento, bebida, descanso…) y, por otro, crear un ambiente estructurado y predecible. Cuando esto ocurre, las niñas y niños se sienten más tranquilas porque saben qué esperar. Los horarios estables, las rutinas claras y los límites coherentes les ayudan a entender que hay orden y que alguien se preocupa por su bienestar. No se trata de imponer normas autoritarias, sino de ofrecer reglas claras y, siempre que se pueda, dialogadas. De esta forma, aprenden que las normas no son un castigo, sino una manera de convivir mejor y de sentirse seguras en el día a día.
Pero el cuidado no puede quedarse solo en la estructura, necesita también ser afectivo. Los vínculos son la base de toda relación familiar, y en el acogimiento familiar es fundamental que esos vínculos se construyan con respeto y ternura. Esto significa evitar gritos, amenazas o palabras dañinas, y sustituirlos por paciencia, escucha, diálogo y empatía. Deben sentir que, aunque se equivoquen, el afecto que reciben no está en juego y la relación no se va a romper. Esa seguridad es la que le permitirá confiar y crecer con autoestima.
Además, es importante remarcar que el cuidado afectivo se expresa en los gestos cotidianos como un abrazo o una sonrisa, pero también dedicando un rato de juego compartido, leyendo un cuento antes de dormir o preguntando sinceramente qué tal ha ido el día. No importa tanto la forma, sino que la niña, niño o adolescente perciba que se le dedica tiempo de calidad y que sus emociones y bienestar le importan a la familia acogedora. Sentirse atendida y escuchada es lo que marca la diferencia.
La rutina diaria, el modo en que se resuelven los conflictos, la manera de hablar y de mirar a las niñas y niños construyen un mensaje claro: “formas parte de esta familia y aquí estás segura”. Esa certeza es la que permite que recuperen la confianza y se sientan valoradas.
En definitiva, para crear un hogar que cuida, en acogimiento familiar es necesario establecer un entorno seguro, predecible y donde las niñas y niños se sientan queridas y atendidas.
El programa de acogimiento En familia busca hogares que permitan a niñas y niños sentirse queridas, vistas y escuchadas.
Más información sobre la campaña en la web “Esto es un hogar”.