El acogimiento familiar cambia la vida de la niña o niño que es acogido, al ofrecerle una oportunidad de reconstruir su historia en un entorno seguro. Y cambia la vida de quien acoge, que descubre nuevas formas de vincularse, cuidar y acompañar.
Un acogimiento familiar es algo que cambia la vida de muchas personas. En primer lugar, tenemos la niña, niño o adolescente que deja de vivir en un centro residencial. Pero, aunque la familia de acogida no cambia de domicilio, también cambia su día a día. Se trata de una experiencia que supone numerosos retos, pero que las familias acogedoras también dicen que es enormemente gratificadora y enriquecedora.
Las niñas, niños y adolescentes que llegan a una familia de acogida han vivido situaciones muy difíciles. En muchos casos han sufrido negligencia grave, malos tratos e incluso abusos sexuales. Tras ser separados de sus familias de origen, han sido atendidos en recursos residenciales donde se les ha tratado con respeto, profesionalidad, cercanía y cariño. Sin embargo, estos entornos, por su propia naturaleza, no pueden ofrecer la proximidad, intimidad y vínculo afectivo que proporciona una familia que les cuida 24 horas al día.
El acogimiento familiar les permite vivir en un entorno seguro, estable y afectuoso. Esta experiencia no solo mejora su bienestar emocional y cotidiano, sino que también les ofrece una perspectiva de futuro más esperanzadora. Saber que pueden contar con personas adultas que los cuidan, los acompañan y los apoyan más allá de los 18 años marca una diferencia fundamental. No se trata solo de evitar una emancipación prematura o el regreso a un entorno familiar que no ha cambiado, sino de construir una red de apoyo real y duradera.
Para la familia que acoge, el cambio también es profundo. La dinámica diaria se modifica, surgen nuevos retos y se aprende a convivir con historias complejas. No todo es fácil, y es importante reconocerlo. Pero también hay espacio para el crecimiento, la empatía y el aprendizaje mutuo. El acogimiento familiar no es una solución mágica, ni una experiencia idealizada. Es una medida de protección que, cuando se realiza con compromiso y acompañamiento, puede cambiar vidas.
El acogimiento familiar cambia la vida de la niña o niño que es acogido, al ofrecerle una oportunidad de reconstruir su historia en un entorno seguro. Y cambia la vida de quien acoge, que descubre nuevas formas de vincularse, cuidar y acompañar.
El programa de acogimiento En familia busca hogares que permitan a niñas y niños sentirse queridas, vistas y escuchadas.
Más información sobre la campaña en la web “Esto es un hogar”.