La parentalidad positiva es una manera de educar y criar que favorece el bienestar emocional de las niñas y niños, así como un buen desarrollo evolutivo. Se basa en establecer relaciones afectivas de calidad, con comunicación abierta, empatía, además de normas y estructura claras. El objetivo es que las niñas y niños se sientan protegidos en un entorno seguro que los quiere, les comprende y les apoya, para desarrollar su autoestima y habilidades sociales. Además, se busca enseñarles a gestionar sus emociones y comportamientos de forma saludable.
La Recomendación Rec 19 del Consejo de Europa de 2006 sobre Políticas de apoyo al ejercicio positivo de la parentalidad define la parentalidad positiva como «el comportamiento de los padres fundamentado en el interés superior del menor, que cuida, desarrolla sus capacidades, no es violento y ofrece reconocimiento y orientación que incluyen el establecimiento de límites que permitan el pleno desarrollo del niño» (Consejo de Europa, 2006, p. 3).
En el acogimiento familiar, la parentalidad positiva es crucial porque estas niñas y niños suelen haber atravesado situaciones complicadas de negligencia, maltrato, abandono o incluso abusos. La complicada relación con sus entornos de origen hace que les cueste confiar en los adultos, porque quien tuvo que hacerlo no lo hizo de la manera correcta.
En el programa «En Familia» estamos convencidos de ello, y por eso creemos que es importante que los padres y madres acogedores creen un entorno estable, afectuoso y seguro donde las niñas y niños puedan reparar el daño sufrido a través de un vínculo incondicional. De esta manera, se busca crear un clima de comunicación abierta y afectiva, permitiendo que expresen sus emociones y preocupaciones sin temor a ser juzgados a través del apoyo, la comprensión y la escucha activa.
Esto puede parecer fácil sobre el papel, pero es necesario concretarlo para poder llevarlo a cabo. Una de las estrategias de la parentalidad positiva es establecer normas claras y consistentes, adaptadas a sus necesidades. Estas normas deben ser coherentes, dialogadas y en la medida de lo posible consensuadas, estableciendo de manera explícita las consecuencias por no cumplirlas. Por ejemplo, si se establece una hora de dormir, se debe explicar por qué es importante descansar y explicar qué ocurre si se retrasa la hora.
Otra estrategia implica siempre ser pacientes y respetuosos con el cumplimiento de las normas. En lugar de buscar la aplicación de castigos, se busca guiar a la niña o niño para que entienda las consecuencias de sus acciones, y de esta forma desarrollar autocontrol y responsabilidad.
Como ejemplo, cuando una niña o niño llega alterado, los padres acogedores deben intentar, desde la calma, escuchar y ayudarle a identificar lo que ha sucedido. Esta respuesta permite expresar sus sentimientos y entender sus emociones. Si durante esta conversación muestra rechazo o agresividad, los padres pueden acercarse de manera tranquila y empática, tratando de entender las razones detrás de ese comportamiento. Muchas veces, estos comportamientos son una respuesta aprendida por sus experiencias pasadas, y la empatía puede ayudarle a sentirse comprendido y aceptado.
Por ello, la empatía es fundamental en la parentalidad positiva, especialmente en el acogimiento familiar. Las niñas y niños que llegan a un nuevo hogar suelen estar atravesando inseguridades emocionales y momentos difíciles de mucha incertidumbre. Por eso es importante establecer una estructura clara, mostrando que se comprende su malestar, pero que cuenta con el apoyo incondicional de la familia de acogida.
Este es un proceso lento pero que con el paso del tiempo permite que las niñas y niños confíen en sus adultos de referencia y puedan sentirse más seguros. Esto ayuda a crear un vínculo afectivo fuerte, esencial para su bienestar emocional y psicológico.
La parentalidad positiva, por tanto, promueve vínculos afectivos sanos, protectores y estables en un entorno libre de violencia física, verbal y emocional, estrategias cruciales para un acogimiento familiar exitoso, ya que ayudan a crear el entorno adecuado para que las niñas y niños acogidos comiencen a restaurar el daño sufrido, crezcan y se desarrollen de manera saludable.